sábado, 5 de marzo de 2011
Obsesión por la felicidad
Virginia Hernández | Vídeo: Ricardo Domínguez | Madrid. El Mundo.
Mientras para todos comenzaba la Gran Guerra, para Jacques Henri Lartigue (1894-1986) la jornada había transcurrido entre un paseo por el lago, un tiempo desapacible de viento y, sólo al final en su diario, un "hoy hemos sabido que ha empezado la Guerra Mundial. Día mejorable. Un siete". El fotógrafo francés, uno de los más importantes del siglo XX, fue descubierto por el mundo bien entrada la década de los 60 —cuando el MOMA le dedicó una exposición monográfica— pero llevaba empuñando una cámara desde que su padre le regaló una con ocho años. Pero sus intereses no eran los de sus contemporáneos: él pretendía captar los instantes de felicidad y hacerlos eternos.
Una cuidada selección de su obra, formada por 182 instantáneas, se exhibe en CaixaForum (Paseo del Prado, 36) hasta el 19 de junio, en una oportunidad de descubrir (y para muchos redescubrir) a un hombre que marcó la fotografía y que hizo de ésta una constante. "Era su forma de vivir", explica Ignasi Miró, director del Área de Cultura de la Fundación la Caixa, organizadora de la muestra titulada 'Un mundo flotante'. "Es un hombre, hijo de una familia acomodada, que consiguió utilizar el concepto de felicidad como el eje fundamental de toda su vida".
Esta búsqueda hizo que no se preocupara por los males de su tiempo ni retratara la vejez o la fealdad ni, por supuesto, abandonara su eterna placidez: "Renunció a encargos lejos de su país que le hubieran podido catapultar al éxito... no los quiso. Prefirió quedarse con su gente, con sus veranos y con su placer de vivir. Y él vivía para capturar", sostiene Miró.
Le obsesionaba atrapar lo escurridizo, los momentos que se marchaban, y la cámara era su aliada. También los diarios que rellenó hasta la obsesión (en los que escribió frases como la del inicio de la Primera Guerra Mundial) y los álbumes en los que fue agrupando su trabajo, muchos de los cuales pueden contemplarse en la muestra: "Los utiliza para poner en palabra todo el contexto, por qué su vida es tan feliz".
Un niño que murió mayor
Una obcecación por el bienestar que pudo deberse a su temprana enfermedad (que le libró del ejército) o simplemente a una característica de su carácter: "Murió siendo un niño mayor y eso que murió muy mayor. No renunció nunca a lo que desde niño le hacía feliz y con esas ilusiones quiso vivir toda su vida. Vivió al margen de todas las corrientes artísticas de su tiempo y de los años convulsos que le tocaron, las guerras mundiales, la Revolución Rusa o la invasión nazi de su país, Francia".
Y, sin embargo, sus imágenes consiguen las técnicas que mucho tiempo después otros se apropiaron. Sin tener relación directa, en él pueden verse posos de dadaísmo, futurismo o surrealismo: "Al final, sus grandes aportaciones responden a ser un precursor de los encuadres, que después Cartier Bresson alega como parte de su peso en la historia de la fotografía. En Lartigue encontramos elementos premonitorios de lo que después, ya conscientemente, otros van a realizar".
Su talento también reside en disparos que se adelantan al futuro: "Sus máquinas no son como las de ahora, sino que tenían unas limitaciones técnicas extraordinarias y, sin embargo, es capaz de capturar lo que aquí estamos viendo. Era sólo un disparo: ni Photoshop ni ráfagas. Esto hace que uno ponga en valor lo que está viendo".
La exposición, que ya ha pasado por Barcelona y Palma, supone la primera retrospectiva del artista en nuestro país y lo reivindica como uno de los grandes. Uno que pudo perderse en la placidez de su vida sino es por su paso por Nueva York. La muestra en el MOMA 'The Photographs of Jacques Henri Latigue', en 1963, le dio a conocer en su propia tierra. En 1974, el entonces presidente francés, Giscard d'Estaing, le pidió que le realizara su retrato oficial y ese encargo se transformó en una amistad que derivó en la donación de todo su legado al Estado francés.
Su busca de la felicidad en medio de tiempos convulsos le convirtió en un cronista de un mundo que ya no existe. Que casi era una falacia entonces. Y que no tiene pinta de volver.
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'Un mundo flotante. Fotografías de Jacques Henri Lartigue (1894-1986)'. Del 4 de marzo al 19 de junio en CaixaForum Madrid (Paseo del Prado, 36). Entrada gratuita.
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